El tiempo nos influye mucho más de lo que pensamos. Sobre todo, cuando se producen cambios bruscos.

Hipócrates ya decía que el viento sur y por tanto cálido, “entorpece los oídos, oscurece la vista, carga la cabeza y deja el cuerpo perezoso” Mientras que el aquilón o viento del norte dice, “produce toses, ronqueras, retenciones de vientre, horripilaciones, dolores de costado y de pecho…”.

Se han hecho estudios muy interesantes sobre las alteraciones mentales y el tiempo. Y la conclusión clara es que no es el tiempo el que fuerza una determinada patología mental. Es que el que la padece la sufre más cuando hay unas concretas circunstancias climatológicas. En otras palabras: no es que el tiempo nos vuelva locos; es que el que tiene tendencia a ello, lo manifiesta más. Y sobre todo, cuando hay viento del este. Del mismo modo, parece inequívoca la influencia de la luna. La patología mental aumenta cuando hay luna llena o está en cuarto creciente.

También el tiempo influye en nuestra manera de enfermar. Se ha documentado un mayor número de muertes por problemas cardiovasculares durante una ola de calor.

La amenaza de tormenta nos irrita. Hay como una distribución eléctrica distinta en el aire. Hay más accidentes y más desgracias personales. La amenaza de tormenta provoca un bochorno especial que crea tensión y agresividad. Un trabajo hecho en una feria de San Isidro, en un año especialmente tormentoso señala que hubo más cogidas que en ningún otro año. Sin embargo, cuando la tormenta descarga, todo es al revés. Y es que se invierte la polarización de la atmósfera.

Pero el viento es lo que más nos altera. Eso lo sabe la gente y lo ha incorporado al lenguaje popular. Cuando alguien se muestra un tanto extraño, decimos a este “le ha dado un aire”. Y significativa es la expresión “Está aventado”. Los vientos del este, no muy fuertes con temperatura cálida son los que propician más ingresos psiquiátricos. Cuando sopla el terral de Málaga la atmósfera se carga de iones positivos y hay un aumento de riñas conyugales, de peleas, domésticas, de tensiones…

Fuente: Ramón Sanchez Ocaña