Llega Halloween, y con esta fiesta también llega la talla de calabazas. Se trata de una costumbre de origen celta que se remonta 2000 años atrás, y toda una institución en los Estados Unidos de hoy en día, que recogieron esta tradición a partir de la inmigración irlandesa del siglo XIX.

El problema está en que, por entonces, la población americana era mucho menor. Pero ahora, esta costumbre, seguida por millones de personas en todo el mundo, se está volviendo nociva para el medio ambiente.

La razón: las calabazas no crecen por arte de magia. Se necesitan 56 toneladas de agua para cultivar una hectárea. Además, al descomponerse generan metano, y 590 millones de kilos de calabazas en los vertederos estadounidenses es mucho metano.

Así, es un arma arrojadiza para el medio ambiente, y lo peor es que ni siquiera nos las comemos: se vacía la carne y se tira sin miramientos.

Por eso, en Reino Unido han comenzado una iniciativa que enseña distintas recetas para evitar el desperdicio de ocho millones de calabazas: valen con puré, tarta o incluso con curry. Porque como adorno están bien, pero como alimento, están mejor.