Intentar pedir una cita previa y no morir en el intento

Me encuentro envuelto en una serie de trámites administrativos que me están volviendo loco. Es obligatorio solicitar cita previa para cualquier gestión y según ellos es para nuestra comodidad y lo dicen tan convencidos los muy hijos de puta.

Pues bien. Me decidí a coger el teléfono móvil y entrar en la aplicación del INSS para solicitar la tan cómoda cita previa.

Todo empezó bien, se me abrió la página y en una pestaña destacada ponía “Solicitar cita previa”. Ciertamente tengo una edad (que es algo que se suele decir cuándo vas para viejo) me alegró que el mensaje fuera tan claro. Pincho allí y empezaron los problemas.

Primero: el nombre completo con apellidos, reconozco que no tengo facilidad para escribir en el pequeño teclado del móvil, pero vamos fue fácil. Dirección completa y código postal.

Segundo: número de usuario o código, que ya no sé lo que es.

Llamo a un amigo que si maneja bien el móvil, las aplicaciones y todo ese submundo digital y le pregunto.

Prueba con el D.N.I o con el código de acceso – me responde

Como no tengo ese jodido código, pruebo con el D.N.I, sólo números, con números y letra y por fin con números y letra pero mayúscula y se me abre una nueva pestaña y ahora me pide el número de seguridad.

He de confesar que a esas alturas estaba ya un poco mosqueado. Vuelvo a llamar a mi amigo y me dice que es un número que me tienen que mandar al e-mail.

¡Ah! Pues esperaré a que me llegue – contesté más tranquilo.

Llega el correo con el número, pero, como estoy en el móvil tengo que abandonar la página y entrar en mi correo, con lo que cuando conseguí el dichoso numerito me había salido de la página oficial y tenía que volver a empezar de cero.

Vuelvo a rehacerlo todo y cuando llego al punto en cuestión introduzco el número del correo y lo deniega, un amable mensaje me dice que espere a que me envíen un nuevo número al correo.

Agobiado y jurando en arameo vuelvo a llamar a mi sufrido amigo.

Abre una pestaña nueva para leer el correo y así no hará falta que salgas de la página oficial – me responde solicito, pero nada me hace dudar que se estaba acordando de mis muertos más recientes.

Al final lo conseguí. En la pantalla del móvil había más pestañas que tiene una Drag Queen y cuando ya, con sonrisa de lobo satisfecho que va a hincar el diente a su presa, pulso el botón de aceptar y me sale un mensaje que me dice que para el servicio que pido no hay fechas disponibles, que lo intente trascurridos unos días.

Una hora perdida, el cabreo monumental, un amigo odiándome y la sensación de frustración, porque a nadie se le ocurrió al principio de la página preguntarte qué solicitas y avisarte ya, que lo intentes en unos días. No. Demasiado fácil. Te hacen hacer todos los tramites, para cerciorarse que el pringado que pide la prestación eres tú personalmente y luego… “No quedan fechas disponibles”

Me serví un café y encendí un cigarrillo, la noche era clara y salí al balcón a respirar aire puro y mirando el cielo estrellado, solo era capaz de pensar “Ven pronto, meteorito

Antonio F. Samper

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