A las más de ocho millones de toneladas de residuos plásticos que arrojamos al mar cada año se suma de pronto una nueva fuente de contaminación: los millones de guantes y mascarillas que plagan cada rincón del planeta para protegernos de la COVID-19.

Al cambio climático, la sobrepesca, la contaminación química, la minería de profundidad o las prospecciones se suma ahora este nuevo tipo de contaminación plástica. A pesar de su larga lista de amenazas, tan solo un 3% de nuestros océanos se encuentra protegido, siendo además la pieza clave en la lucha contra el cambio climático.

Cerca de la localidad de Antibes, en la Costa Azul, la ONG francesa Opération Mer Propre (Operación Mar Limpio) ha filmado imágenes de un Mediterráneo plagado de mascarillas y guantes con las que denuncian “el comienzo de un nuevo tipo de contaminación”, que se suma a un problema crónico de gestión de plásticos que es ya inabarcable a nivel mundial.

“Sabiendo que se han comprado más de 2.000 millones de mascarillas desechables, pronto podría haber más mascarillas que medusas en las aguas del Mediterráneo”, alerta la organización Opération Mer Propre desde sus redes sociales.

Antes de la aparición de esta nueva plaga de desechos, entre 70 y 130.000 toneladas de plástico son vertidas al agua cada año tan sólo por Europa, según el informe Liberando plástico en el mar Mediterráneo de WWF. Por su naturaleza, el agua del Mediterráneo no puede renovarse a la velocidad de otros océanos, por lo que la plaga de plásticos supone ya el 95% de los residuos de este ecosistema.

En febrero, la organización Oceans Asia publicó un vídeo alertando sobre el papel de este nuevo residuo en el desastre medioambiental de los plásticos a medida que los países comiencen a poner en práctica las medidas de desconfinamiento y obliguen a la utilización de estas protecciones desechables sin una correcta gestión de su reciclaje.

Iniciativas locales como la que trata de poner en marcha el Gobierno de Asturias podrían ser la palanca de cambio para los retos que nos plantea esta nueva realidad: coordinan una alianza entre empresas e instituciones que permitan el reciclado de 100.000 mascarillas al día, cifra que podría llegar al millón en caso de contar con recursos y personal. A día de hoy este proyecto aún se encuentra en la fase de estudio para testar que el protocolo de desinfección funciona.

De las alcantarillas a los océanos
Las organizaciones medioambientales recuerdan desde el comienzo de la pandemia que no tirar correctamente los guantes y mascarillas puede ocasionar que estos terminen en el océano. Si terminan en el suelo, ante las primeras lluvias llegarán al sistema de alcantarillado o a un curso de agua y desde ahí al océano.

Además de suponer un peligro para el medio ambiente, suponen un peligro para la salud de las personas, igual que su clasificación incorrecta en los contenedores de basura.

¿A qué contenedor debo tirar loas mascarillas y los guantes? Al contrario de lo que mucha gente piensa, estos productos no van al contenedor de envases plásticos (el amarillo), por no tratarse de un envase. Además, ante la posibilidad de que estos materiales estén contaminados, supone un riesgo para las personas que trabajan en las plantas de reciclaje.

Tampoco se trata de un residuo orgánico, que corresponde al contenedor marrón, por lo que estos materiales deben ir al contenedor del resto de residuos, en casi todas las comunidades se identifica con el contenedor gris.

Plásticos de un solo uso en tiempos de coronavirus
A falta de estudios que aporten cifras con exactitud, el aumento de la utilización de los plásticos de un único uso durante la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 es una realidad. La organización medioambiental Greenpeace recordaba que este frenazo mundial es el momento de replantearnos el camino que nos ha llevado hasta aquí.

“Es fundamental que la necesidad de utilizar ciertos plásticos desechables ahora no se transforme en un argumento de la industria del plástico para seguir produciéndolos masivamente en el futuro”, afirman.

En vez de recurrir a la “falsa idea de seguridad” de los envoltorios plásticos en los alimentos, donde puede mantenerse el virus hasta tres días según un estudio publicado el pasado marzo, la utilización de recipientes propios puede tener un doble motivo ahora.

“Lavar y utilizar en la medida de lo posible tu propia botella, tu propia bolsa, y tus propios envases es lo más seguro que puedes hacer, porque sabes dónde han estado y cómo los has lavado y desinfectado”, afirman ante las recomendaciones de las autoridades de lavar todos los envases de plástico con agua y jabón al volver de hacer la compra.

Una nueva hoja de ruta, ¿pero suficiente?
Las organizaciones medioambientales apelan a la urgencia de colocar de manera definitiva la crisis climática en el primer plano de la agenda mundial o un desastre mucho mayor que la crisis sanitaria, social y económica del COVID-19 enterrará los enormes esfuerzos por recuperar la estabilidad del sistema.

En esta línea se orienta el anteproyecto de ley de residuos aprobado la pasada semana por el Consejo de Ministros, que proyecta diversos avances en esta materia pero, según organizaciones medioambientales, continúa siendo insuficiente para atajar la gravedad de la situación.

Entre las nuevas medidas, España pondrá un impuesto a los plásticos de un solo uso, prohibirá la adición de microesferas de plástico a productos cosméticos y de higiene personal, obligará a que los tapones de las botellas vayan unidas a las mismas, así como prohibirá pajitas, cubiertos, platos o bastoncillos de un solo uso.

Con la tramitación parlamentaria y las consultas públicas aún por delante hasta la aprobación de la ley en junio de 2021, las organizaciones medioambientales esperan un mayor compromiso de cara a la reducción de plásticos, la reutilización, el vertido o la incineración de residuos, para así atajar cuanto antes una crisis medioambiental que se verá aún más agravada por las consecuencias del coronavirus.

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