La última semana del mes de julio se nos ha presentado como una de las más tristes de este verano: las riberas del Mar Menor siguen enfangadas por algas putrefactas y en medio de acusaciones de quién tiene que retirarlas, si los ayuntamientos o Costas; el agua de la escasa lluvia del lunes 26 conteniendo toneladas de sedimentos cubrió carreteras a causa de las modificaciones del terreno en las fincas agrícolas; el caudal de la rambla del Albujón no cesa de verter en la laguna; y para colmo, la rotura de una tubería de agua del Taibilla en Santiago de la Ribera arrojó al Mar Menor aguas cargadas de tierra a través del conocido colector colindante a la Academia General del Aire ante el estupor de los bañistas, visitantes y residentes.
Las toneladas de biomasa que se acumulan en las orillas de las playas indican que el baño, ese maravilloso servicio ecosistémico que nos prestaba el Mar Menor, ha dejado de ser placentero en muchas zonas e imposible en otras. El Ayuntamiento de Cartagena culpa al Gobierno central de no retirar las algas, pero no interpela al Gobierno regional por su falta de actuación en el origen de las prácticas que conducen a la formación de estos fangos; además de esa falta de responsabilidad supone un despilfarro a costa del dinero de todos los contribuyentes.
Las personas que solían pasar un tiempo junto a aquellas aguas transparentes y tranquilas se ha marchado a otras zonas; los precios de las estancias en hoteles son de los más bajos de España, y entre las causas de este menosprecio no se menciona ni una vez que el estado del Mar Menor, donde se ubica el mayor número de hoteles de la Región, es lo que realmente ahuyenta al turismo. Los únicos que siguen en su entorno son los habitantes de las poblaciones o los propietarios de vivienda de vacaciones, que bien por nostalgia de tiempos pasados, o bien por falta de compradores, sigue veraneando en este pequeño mar con profunda tristeza.
A su vez, el Gobierno regional acusa de todos los males del Mar Menor al Gobierno central desde junio de 2018, ignorando deliberadamente que la mayoría de las competencias en medio ambiente son suyas, tales como la de obligar a restituir las tierras de regadío ilegal a secano. Del mismo modo no exige a los causantes de estos fortísimos impactos que cesen de generar esos vertidos con millones de toneladas de nutrientes que llegan a la laguna. Seguramente tengan miedo de ese sector que se erige como el único motor de la economía regional y publica datos engordados de su contribución al PIB; sector al que no se obliga a cumplir la ley, la Ley 3/2020 de Protección y Recuperación del Mar Menor, esa ley flojita, adaptada a sus requerimientos y que, ni aun, así les satisface.
La gran inversión de la Administración regional para este verano ha sido la instalación de pasarelas para que los bañistas puedan acceder al agua por encima de las zonas degradadas y algunas campañas con poca base científica, aunque sí con dosis de propaganda que flaco favor hacen a la situación real. A día de hoy se continúa sin aplicar una sola medida para evitar que esos nutrientes que no dejan de llegar al Mar Menor, sigan alimentando al alga Caulerpa prolifera que se reproduce a pasos agigantados colmatando las zonas de aguas someras y produciendo fangos malolientes.
Por su parte, el Gobierno central anda presentando grandes proyectos sin fechas para su puesta en marcha, maneja cifras que no se concretan en actuaciones y adolece de falta de respuesta inmediata. Es indignante la incapacidad de diálogo entre la Administración central y la autonómica; es insufrible ver cómo el Mar Menor es esgrimido como arma política y es insoportable la inacción de todos, tanto para evitar las causas de esta eutrofización en su origen, como para poner remedios que amortigüen los daños.
No es una casualidad que esta Región uniprovincial tenga una de las rentas más bajas de España, que el nivel educativo sea asimismo uno de los más bajos, que el desempleo y el abandono escolar sean de los más altos, y que los dos mayores desastres ecológicos del Mediterráneo (Portmán y el Mar Menor) se hayan producido aquí. ¿Tan poco valoran nuestro patrimonio natural como Región? ¿Tan difícil es reconocer los errores y aprender de ellos?
Fuente: Pacto por el Mar Menor