La existencia de pocos imbornales y rejillas no permite recoger el agua y enviarla al alcantarillado

Desde el Ayuntamiento apuntaban a los vecinos que los vertidos a la laguna salada es “insignificante”

¿No hay forma de limpiar el barro de las calles sin que acabe en el Mar Menor? Esta es la pregunta que se han hecho este fin de semana los vecinos de Santiago de la Ribera, una de las localidades costeras afectadas por las riadas originadas por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) en la Región de Murcia a mitad de septiembre.

Los técnicos municipales de limpieza, apoyados por las brigadas forestales de la Subdirección General de Política Forestal del Gobierno regional, se han empleado a fondo este fin de semana en limpiar el barro acumulado en algunas calles de la pedanía sanjaviereña de Santiago de la Ribera. La queja de los vecinos que se han puesto en contacto con esta redacción reside en que el agua empleada para limpiar el barro y los efectos de la DANA ha acabado en las playas de la localidad, y por tanto en el Mar Menor, una laguna profundamente afectada tras las intensas lluvias y riadas del pasado mes.

La existencia de pocos imbornales y rejillas que recogieran el agua para trasladarla por el alcantarillado ha impedido que el agua empleada a presión para levantar el barro seco de las calles cercanas a las playas fuera tratada debidamente, según señalan los residentes de la localidad costera

Al ser preguntado por los propios vecinos, un responsable municipal les aseguraba esta mañana que al no existir estos imbornales no se podía dar otra solución al problema de la limpieza y que el vertido que llega al Mar Menor es “insignificante”, una cantidad mínima comparada “con toda la que ha caído”.

El gran operativo de limpieza organizado para este fin de semana, junto a 10 brigadas forestales y agentes medioambientales de la Comunidad, se ha llevado a cabo desde las calles aledañas a la Academia General del Aire y hasta el límite con la localidad de Lo Pagán, perteneciente al municipio de San Pedro del Pinatar.

Fuente : la Opinión