Esos animales de cuatro patas aportan a la laguna unos 5.876.505 kilogramos de nitratos a través de filtraciones y/o vertidos directos de las 500 balsas de purines ­o restos de sus defecaciones que ocupan una superficie de unas 160 hectáreas.

Los representantes de los agricultores –que, en realidad, son delegados de la agroindustria­­– vienen quejándose con reiteración y alevosía de que ellos no son los culpables exclusivos del ecocidio del Mar Menor. Efectivamente, no están solos en eso. Les acompañan 700.000 marranos instalados en los aledaños de la mayor laguna salada de Europa, paradigma que era de la biodiversidad y ecosistema único en el mundo.

Entre esos 700.000 no están necesariamente quienes viven o veranean junto al casi fenecido rincón paradisíaco. Sí les acompañan, cierto es, algunos de los que se han sentado desde hace tres o cuatro décadas en determinadas bancadas de los consistorios de los municipios ribereños, representantes electos de la ciudadanía que se han distinguido por su interés insensato en destruir lo que tendría que haber sido preservado, permitiendo la irrupción desaforada en la costa del ladrillismo radical.

Pero los 700.000 de marras son otros. Son auténticos marranos, es decir, cerdos de cuatro patas que hozan en el estiércol. De esos que en la huerta murciana llaman también ‘chinos’ sin ninguna connotación étnica, lingüística ni cultural propia del tramposo magnate que intenta desgobernar el mundo.

No, los 700.000 marranos que viven en los aledaños de la laguna salada mayor del Mediterráneo, según cálculos no oficializados de expertos del ramo, lo hacen en unas “446 explotaciones intensivas de porcino”, según estableció el ‘Análisis de Soluciones para el vertido cero al Mar Menor proveniente del Campo de Cartagena’ publicado por el Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO).

Esos animales de cuatro patas –también los hay de dos, no se olvide– aportan a la laguna unos 5.876.505 kilogramos de nitratos a través de filtraciones y/o vertidos directos de las 500 balsas de purines ­o restos de sus defecaciones que ocupan una superficie de unas 160 hectáreas, siempre según el mismo documento (página 7).

De ellos, de los 700.000 marranos y de sus dueños responsables, rara vez se habla, bien es verdad. Y la ‘culpa’ de la contaminación eutrofizante del Mar Menor y la responsabilidad subsiguiente derivada del “quien contamina, paga” la cargan sobre sus espaldas casi en exclusiva de cara a la opinión pública y publicada los agroindustriales, pobrecicos ellos, mixtificados artera e interesadamente bajo la denominación de ‘agricultores’.

De todas formas, los marranos, por muchos que sean, tampoco son los culpables ni responsables, sino más bien los dueños de esas explotaciones porcinas intensivas que jalonan profusamente los municipios de Fuente Álamo y Torre Pacheco, sobre todo, según conocedores del asunto: “El 76% de la producción porcina total del ámbito de estudio se ubica en esos términos municipales”, establece el mismo Documento Vertido Cero del MITECO.

Los amos de esos centros intensivos de cría de cerdos, marranos o ‘chinos’, gozan de un modus operandi que algunos conocedores llaman ‘sistema americano’. Consiste el método en que el comprador final del cerdo engordado para su transformación en sabrosos productos cárnicos proporciona al ganadero dueño de los criaderos físicos el animal mismo, la alimentación, los cuidados veterinarios… todo lo que pueda necesitar el futuro embutido, carne o jamón hasta que llegue a los 100 kilos de peso sobre sus cuatro patas.

Cuando alcanza ese calibre, el ‘transformador’ del animal en producto comestible paga la cantidad final estipulada previamente por cada cuatro patas y se lo lleva al matadero. De donde sus restos mortales salen con destino a la fábrica de productos cárnicos con precio de venta al público.

Hablando como estamos, no lo olvidemos, del Campo de Cartagena aledaño del Mar Menor no hay que ser Sherlock Holmes para deducir, que no adivinar, que el destino final de nuestros 700.000 marranos no está muy lejos de los lugares donde los crían y engordan.

¿Será una instalación industrial enorme, ultramoderna, super eficiente, sita en un lugar del Guadalentín llamado Alhama de Murcia? ¿Será por eso por lo que rara vez se habla de y mucho menos se alude a la aplicación del “quien contamina paga” a esas explotaciones intensivas de porcino ni a la factoría de donde saldrán convertidos en productos envasados y preparados aptos para el consumo?

¿Será por eso por lo que nuestros 700.000 marranos junto al Mar Menor parecen tan personajes de ficción como Porky Pig en el imaginario popular murciano? ¿Será que la mano influyente del elogiadísimo y fortísimo dueño del negocio es tan larga y poderosa, o más, que la del llamado ‘cardenal’ y, así, todo el mundo prefiere hacer el egipcio? ¿Será…?

Fuente: eldiario.es