De origen americano, voraz, oportunista y con un potencial reproductor de hasta dos millones de crías por hembra, el cangrejo azul llegó en el año 2012 al Mediterráneo español para quedarse y hoy representa un recurso económico que choca con los intereses ambientales de esta golpeada costa.
También llamado jaiba azul, el Callinectes sapidus se pesca a razón de 20 toneladas al mes, una oportunidad para unos y una amenaza para otros, pues su presencia exponencial en estas aguas escuece a algunos sectores, incluido el de la pesca.
“Nosotros somos 300 socios y cada uno tiene un parecer”, explica a Efe Joan Balagué, secretario de la cofradía de pescadores Virgen del Carmen de San Carlos de la Rápita, en Tarragona; “algunos se sienten afectados y otros beneficiados, pero lo cierto es que esta especie ha venido, se ha adaptado perfectamente al medio y es muy difícil que se vaya”.
Por esta razón, “es imprescindible” en su opinión que se siga capturando en este enclave -enmarcado en el Delta del Ebro- una especie que no está incluida en el catálogo español de exóticas invasoras ni figura como prioritaria en la normativa europea para su control, pero sí integra la lista de aquellas que tienen interés comercial.
Sin embargo, la comunidad científica alerta del “riesgo notable” de considerar a esta especie como naturalizada y no como invasora y advierte de que la rápida expansión del cangrejo azul por el Levante peninsular tiene importantes impactos ecológicos y socioeconómicos.
En este sentido, Francisco José Oliva, coordinador del proyecto europeo Life Invasaqua, impulsado por entidades científicas, académicas y del ámbito de la comunicación de España y Portugal, ha destacado el papel de la actividad pesquera profesional en la mitigación de esos efectos, que debe ir acompañada de actividades complementarias.
Según este experto, una gestión integral de la especie obliga a la obtención de datos demográficos y ecológicos de la misma, la evaluación cuantificada y exhaustiva de sus impactos sobre el medio y sobre otros sectores socioeconómicos (acuicultura, pesca artesanal, etc) y la evaluación de métodos de captura y zonas prioritarias de control.
Además, “se debe establecer una red de puntos de alerta temprana con planes de seguimiento que permitan detectar rápidamente nuevas invasiones y campañas de información y sensibilización sobre las actividades que puedan ser vectores de su dispersión”, subraya Oliva.
Pero las cifras hablan por sí solas; Balagué recuerda que la cofradía empezó a subastar cangrejo azul en agosto de 2016 “con el visto bueno de la Dirección General de Pesca de la Generalitat de Cataluña” y en cuatro meses se comercializaron mil kilos, un volumen que subió en 2017 hasta las doce toneladas, en 2018 hasta las 60 y que en los tres primeros meses de 2019 alcanzaba ya las 55 toneladas.
Para el secretario de la Cofradía, “ya es muy difícil que se erradique, por lo que tenemos que adaptarnos nosotros, se tiene que pescar y se tiene que vender como un nuevo recurso, para que continúe la actividad pesquera y nuestros pescadores se puedan ganar la vida”.
Reconoce que el propio sector pesquero vio al principio al cangrejo azul como una amenaza por los daños que ocasionaba en las redes y porque se alimentaba de otras especies comerciales, pero hoy es “muy apreciado por su carne y su sabor” y eso se traduce también en el precio que se paga por él.
Joan Balagué explica que la especie dispone en esta zona de mucho alimento y pocos depredadores, “fundamentalmente el pulpo”, y, ante la capacidad de este crustáceo de competir hasta con un centenar de congéneres nativos, defiende la presión humana “para lograr un equilibrio sostenible en el entorno marino”.
Con sus luces y sus sombras, el cangrejo azul, cuya expansión fuera de su área natural se debe básicamente a la acción humana, ha colonizado ya toda la costa este española y, en lugares como el Delta del Ebro o el Mar Menor, su erradicación es, según Oliva, “inviable”.
Fuente: estrelladigital.es