A la vista del hermetismo que han implantado los municipios costeros del Mar Menor en sus entradas para los días de Semana Santa, los turistas de otras ciudades que lograron rebasar las vallas policiales y esquivar los controles de la Guardia Civil y el Ejército, han demostrado sobradas dotes militares. Puede que antes de emprender estas vacaciones de Semana Santa, algunos hayan leído el mayor tratado de estrategia bélica, en el que Sun Tzu afirmó que «conquista quien ha aprendido el arte de la desviación».

Con los accesos acordonados y más militares y agentes policiales que civiles por las calles, un número indeterminado de visitantes ha conseguido tocar destino, reabrir sus segundas residencias y tratar de mimetizarse con el entorno para evitar una sanción, que puede alcanzar los 30.000 euros. Sin embargo ese viaje de turismo furtivo le ha costado caro a algunos. Después de recorrer entre 50 y 500 kilómetros, según el origen, les esperaba un uniformado con libreta de multas en mano. O, con mucha suerte, el confinamiento en una casa de playa que suele ofrecer unos muebles provenzales por toda comodidad, y salir a hurtadillas a la tienda.

En San Javier, la Policía Local, con la ayuda de la Guardia Civil y unidades de Infantería de Marina, ha realizado hasta ahora más de 10.000 identificaciones de personas y vehículos, con un saldo de 350 denuncias por circular sin justificación, de las que 51 multas se impusieron desde el pasado lunes hasta el mediodía de Jueves Santo.

«Se está haciendo un gran trabajo de control, porque los atascos que vimos en la salida de las ciudades son debidos a desplazamientos de trabajadores a las ciudades dormitorio que estaban parados en la carretera por los controles policiales, pero también es verdad que se está colando gente», señaló ayer el alcalde de San Javier, José Miguel Luengo. Ya ha pedido el cálculo de los consumos de agua y del pesaje de basuras en La Manga, La Ribera y Roda, los núcleos urbanos con más segundas residencias, para comprobar el volumen de visitantes.

En San Pedro del Pinatar, la hazaña de Semana Santa le ha supuesto una auténtica penitencia para el bolsillo a 56 sancionados desde el lunes, de los que 15 obtuvieron ayer su ‘dedicatoria’ policial con multa incluida. «El 30% de las denuncias registradas esta semana son a gente de otros municipios», indica la concejal de Seguridad de San Pedro del Pinatar, Ángela Gaona.

Colas en los supermercados
«Cómo se nota que hay más colas en el supermercado y con caras desconocidas», comentaba ayer con suspicacia una vecina de Los Alcázares. Clandestinos como son, los recién llegados han tratado de pasar desapercibidos, aunque dejando indicios irrebatibles, como los restos de un lavado de casa. El servicio municipal de Limpieza Urbana ha encontrado en las calles muebles embarrados y enseres desechados por el efecto de las riadas, en un rastro de zafarrancho ‘postDANA’ en diferido.

El alcalde de Los Alcázares, Mario Pérez Cervera, lo atribuye a la llegada de propietarios de segundas residencias, que están poniendo a punto las viviendas aprovechando las vacaciones de Semana Santa. «Cuando se detecta la llegada de visitantes en los accesos, se les invita a no acceder al municipio y se le sanciona, pero además tiene que darse la vuelta, aunque algunos buscan vías alternativas», explica el alcalde, quien reconoce que «los que han podido llegar se han confinado en sus casas».

Es la segunda vez en la historia de Los Alcázares que el regidor lanza el mensaje a los turistas habituales para que desistan de viajar a esta orilla del Mar Menor, es decir, todo lo contrario de la habitual bienvenida. La anterior fue en junio de 1937 y la causa fue el desabastecimiento de alimentos en plena Guerra Civil, según indica el historiador local Antonio Zapata.

«A nosotros nos ha sorprendido aquí el estado de alarma», explicaba Antonio, funcionario del Ayuntamiento de Alcorcón (Madrid). Ayer caminaba en círculos por el porche de su planta baja frente al chiringuito Alborada, en Los Narejos, que en circunstancias normales tendría la densidad de un hormiguero y el hilo musical del entrechocar de los vasos de cerveza en plena Semana Santa. Ayer solo sonaba el cuchicheo de las palmeras con el viento. Piensa apurar el confinamiento tras la verja porque «hay que respetar las normas, ya que esto es serio. Muchos compañeros han caído», comentaba ayer.

En la avenida Radio Baliza Óscar, Francisco se toma con calma el encierro, porque «de todas formas no pensábamos regresar a Bélgica hasta junio».

«Se está bien aquí, hace buen tiempo, tenemos una tienda cerca y hay silencio», cuenta. A la asturiana Isabel, el cautiverio por el coronavirus le ha prolongado sus vacaciones habituales de invierno en el Montepío de la Minería. «Esperamos que la situación se despeje para volver a casa», cuenta a la salida del centro comercial Las Velas. Para la brasileña Andrea, que ayer desayunaba en el porche de su casa habitual en Los Narejos, «no está bien viajar estos días, pero tampoco hay que juzgar a la gente, porque hay que ponerse en la piel de quien tiene lejos a sus padres o a sus hijos».

En Santiago de la Ribera, el quiosco de prensa que abre a diario desde hace 27 años José Clemente López, no vendió ayer más periódicos de lo habitual. «Solo he visto a uno o dos clientes que no conocía, así que, si ha venido gente de fuera, están metidos en casa», cuenta el vendedor de prensa.

Tampoco en Lo Pagán la panadería José Antonio notó ayer más alegría en el mostrador que la demanda de monas de Pascua. Algunos vecinos de la localidad costera que viven en edificios semivacíos durante el invierno sí aseguran que notan la presencia de recién llegados y más coches en las calles. «Tal vez pensaron que en la playa tendrían más libertad de movimientos».

Colas frente al estanco
Los fumadores aguantan con paciencia mineral las colas para entrar en el estanco de Diego López, frente a la explanada de Lo Pagán. Les esperan las ansiadas bocanadas de humo de tabaco o de esos puros especiales que al estanquero le demandan desde varios puntos de la geografía española por su exclusividad. La venta ‘online’ le sube como la masa fermentada en el cautiverio de los fumadores. Esta semana las colas son algo más largas por la llegada «de murcianos y madrileños», asegura Diego, quien sin embargo nota que «los extranjeros se han ido todos, menos los pocos que viven aquí todo el año». En los últimos días ha tenido que enviar algún que otro pedido especial a la zona de La Manga.

¿Por qué hacer un viaje tan arriesgado? «Puede que pensaran que en estas zonas de playa iban a tener más libertad de movimientos, pero no es así», explica el estanquero. Dos tipos de clientela frecuenta su mostrador con nuevas mamparas en estos días: «Algunos compran tabaco para una semana o para varios vecinos, pero también está el que viene cada día a por su cajetilla porque le vale de excusa para salir».

Fuente: laverdad.es