El Ejército del Aire destinó 12,9 millones en 2019, un cuarto menos, a sus 60 aviones C-101 a pocos meses de finalizar su vida útil y en pleno recorte. El caza C-101 del Ejército del Aire, señalado por los dos últimos accidentes mortales en la Academia General del Aire (AGA) en apenas medio año (agosto de 2019 y febrero de 2020), perdió de forma drástica el 26% del presupuesto para mantenimiento justo antes de los siniestros en los que fallecieron Francisco Marín y Eduardo Garvalena. Los comandantes se estrellaron en aguas del Mediterráneo, frente a La Manga del Mar Menor, cuando entrenaban.

El Mando de Apoyo Logístico (Malog), unidad que depende directamente del jefe del Estado Mayor del Aire (JEMA), general Javier Salto, destinó 12,9 millones de euros al sostenimiento de este avión español de entrenamiento construido por Casa en la década de los setenta. Un año antes, en 2018, la misma partida se elevó hasta los 17,6 millones, la más alta de los últimos cinco años.

Es decir, de un curso a otro se redujeron 4,7 millones destinados al mantenimiento de una aeronave que estaba, entonces, a escasos meses del final de su vida útil tras dar servicio a las Fuerzas Armadas durante 40 años. El C-101, conocido como E-25 Mirlo, será sustituido de forma progresiva a lo largo de 2021 por el Pilatus suizo, del que se han adquirido 24 aparatos para adiestramiento por valor de 204 millones.

El descenso del presupuesto para mantenimiento en 2019 fue el más grande del último lustro, según los datos que ha remitido a este periódico el segundo jefe del Estado Mayor del Aire, Francisco Javier Fernández, a través de una pregunta en el Portal de la Transparencia. En 2015 se destinaron 14,3 millones para sostenimiento, en 2016 se elevó la cuantía a 16,7 y en 2017 se redujo a 15,5 millones. Unas cantidades sin grandes oscilaciones interanuales.

Según explica en su respuesta el general Fernández, el recorte del 26% en 2019 «es consecuencia de la disminución de las necesidades de recursos de sostenimiento del E-25, debido a la reducción paulatina del número de aviones a mantener al encontrarse su sistema de armas en un proceso gradual de baja y sustitución». Es decir, justifica la caída por el final de su vida útil.

Sin embargo, el Ejército dispone aún de 60 aeronaves C-101 en activo para entrenamiento. Siete las usa la Patrulla Águila y al menos una más como reserva en sus desplazamientos para actuaciones en festivales aéreos. Estos cazas se los proporciona la Academia General de San Javier «según la disponibilidad» y el número asignado se ha mantenido inalterable en los últimos años pese a los últimos accidentes, según explica un portavoz del Aire.

Los 60 Mirlos se encuentran repartidos entre la AGA, el Grupo de Escuelas de Matacán (Salamanca) y el Centro Logístico de Armamento y Experimentación (Torrejón de Ardoz). En estas cuatro décadas ha sufrido once accidentes con 15 víctimas mortales, los dos últimos los comandantes Marín y Garvalena. Entre medias, en septiembre de 2019, el también comandante Daniel Melero y la alférez Rosa María Almirón fallecieron al estrellarse la avioneta E-26 Tamiz con la que entrenaban en la Academia de San Javier. Se trata de un modelo chileno con más de 33 años de vida. Estos tres siniestros siguen en la actualidad bajo investigación.

«Mínimo de emergencia»
El jefe del Estado Mayor de la Defensa (jemad), el general del Aire Miguel Ángel Villarroya, explicó en el Congreso el pasado 6 de noviembre que en 2020 las necesidades de mantenimiento «solo pudieron ser atendidas en un 51 % de lo estimado como necesario». Una cifra que no cumple con el «mínimo de emergencia» para evitar males mayores: el 70%. En el montante global, el presupuesto de sostenimiento de las Fuerzas Armadas ha disminuido un 65% desde la crisis de 2008. «Estamos sobreviviendo con un 35% de lo que teníamos», advirtió el jemad a los parlamentarios.

Fuentes internas del AGA se han referido a otras dos variables que podrían explicar la reducción de la partida del C-101 y sus efectos sobre la operatividad: la compra del nuevo avión suizo y la centralización desde Madrid de las compras para reparaciones. Esto es, sin intervención directa de la Academia General. En cualquier caso, estas fuentes afirman que «en general» no se escatima en mantenimiento para el caza. «Se hacen unas previsiones a principio de año y se respetan, aunque es verdad que hay mucho canibalismo con los aviones que jubilan: se reutiliza la pata de un tren de aterrizaje o algún instrumento que aún sea útil», explican.

En la AGA hay que hacer una horas mínimas de instrucción y si el avión «no está en perfectas condiciones, no vuela». «En eso no nos casamos con nadie», defiende con rotundidad las fuentes consultadas. El mecánicos del Mirlo siempre ha tenido una buena reputación en el Ejército del Aire, aunque es verdad que muchos se van jubilando y dan paso a nuevas generaciones con otra forma de trabajar. «El C-101 tiene tantos filtros que es difícil que salga a la pista si no está listo. En la mayoría de los casos los fallos en vuelo suelen proceder de las personas, pero esto no quiere decir que influyan otros condicionantes», remachan desde la base aérea.

Fuente: elcomercio.es