La mejor manera de multiplicar los peces no es un milagro bíblico, sino «salvarlos en el momento de la reproducción», como dejó dicho el erudito francés Jules Michelet. Su consejo dirige el sentido de la veda gradual impuesta por la Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería y Pesca en 2019, y que culmina este año a razón de una quincena anual de prohibición que se ha ido sumando hasta ahora. Es decir, que los pescadores tuvieron 15 días menos de pesca de la anguila en 2019, otra quincena menos en 2020 –que sumó un mes– y tendrán este año en total un mes y medio menos de pesca de la anguila con respecto a 2018. «El objetivo es dejar que salgan a reproducirse», señala la bióloga de la Cofradía de Pescadores de San Pedro, Ana Muñoz.

Este año solo pueden calar las paranzas de la anguila en la primera quincena de enero –ya pasada–, y los meses de marzo y diciembre. Una reducción sustancial, ya que antes de la veda impulsada por el objetivo europeo de reducir un 30% el esfuerzo pesquero, las redes captaban esta apreciada especie durante 6 meses al año en el Mar Menor, donde se produce el 50% de las capturas de anguila del Mediterráneo español. Un informe de la bióloga marina Elena Barcala y otros expertos atribuye la abundancia de la especie en la albufera murciana a «la abundancia de alimento y la ausencia de depredadores».

Los pescadores de la laguna han visto compensada la veda de anguila más amplia de la historia con un ‘banquete’ invernal de 28.539 kilos en la campaña invernal, desde el 1 de diciembre al 15 de enero. Solo en esta primera quincena de enero, las redes apresaron 16.003 kilos, casi el doble de las capturas de todo enero de 2020. La mayoría de la producción, a excepción de 64 kilos vendidos a restaurantes por encargo, se la lleva una empresa valenciana exportadora, cuya puja en subasta única anual se impuso sobre el resto de los interesados. El destino final de las anguilas plateadas del Mar Menor, las más apreciadas por sus grasas insaturadas, son las cámaras de ahumado de Holanda, donde el bocadillo de este pescado azul es un bocado popular.

Los precios no han sido tan generosos como el mar. Este año el comprador único ha pagado un 29% por debajo del precio de 2019. El kilo de anguila se ha cotizado a 6,50 euros, algo por debajo del pasado año, cuando se fijó en 6,75 euros, pero con un notable recorte con respecto a los 9,20 euros de 2019. La crisis sanitaria ha alcanzado también a la cotización de esta especie, que salva la economía de los pescadores en invierno, cuando apenas hay otras especies que caigan en las redes. «Solo la anguila y el chirrete, pero con estos, como la malla es tan fina, se la comen los cangrejos azules y no te compensa repararla constantemente», cuenta Juan Tárraga, uno de los armadores que cada año cala la paranza cuando se acerca la luna de diciembre. «Este año ha habido más pescadores en la anguila porque la campaña de dorada no ha sido muy fuerte».

Pérdida para el sector
No habrá compensación económica por las restricciones pesqueras con esta pesquería tradicional del Mar Menor, que registró picos históricos, como los 112.000 kilos de 1965 que recoge un artículo de la ‘Revista de Biología Marina y Oceanografía’ de un equipo de expertos. Según el jefe del Servicio de Pesca, Emilio María Dolores, en la laguna «hay polivalencia con otras especies y estas son vedas que el sector tiene que asumir porque la población ya está bastante reducida».

La ampliación de la veda y la bajada del precio dejará un hueco en el bolsillo de los pescadores, que tienen que dedicar más esfuerzos con este escurridizo pez que con cualquier otro. «Es una red con mucho fondo y por tanto más pesada, porque esta especie se mueve en lo hondo y hay que calar por el centro del Mar Menor», explica Tárraga. Aunque es arte fijo, el pescador no puede quitarle el ojo, ya que «la anguila es muy lista y al mínimo hueco se sale». Ya nadie pesca anguila con palangre desde que el último barco que lo empleaba, una familia de Los Urrutias, jubiló arte y oficio. «Hubo unos seis barcos en el Mar Menor que usaban esta especie de cuerda con anzuelos y cebo parecido a la marrajera», cuenta Tárraga.

Vía libre para el viaje
Para que no se agote esta gran despensa del curioso pez serpentiforme, incluido en la lista de especies amenazadas, se ha fijado la veda «en los meses de su migración para la reproducción, que es desde finales de enero a febrero», según afirma el jefe del Servicio de Pesca. Más en concreto, el seguimiento realizado por la Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse) en la laguna revela que la fecha de salida de las anguilas empieza a final de año y continúa hasta mediados de febrero.

Si a primera vista su aspecto reptil provoca cierta grima, su misión casi heroica lo convierte en uno de los seres marinos más sorprendentes. Si antes no ha caído en las redes, cuando alcanza la madurez sexual deja de comer, oscurece su piel y emprende viaje a través del Atlántico hasta el mar de los Sargazos, donde se reproduce en abismos de más de mil metros, y muere. Unas larvas transparentes con forma de hoja emprenden un largo viaje de retorno a mares y ríos europeos. Por el camino, mutará en la cotizada angula y después en anguilas. Algunas remontan la rambla del Albujón, el principal canal de agua dulce conectado con el Mar Menor, donde Anse interceptó dos veces en dos años a una campeona –marcada previamente– de 1,2 kilos de peso.

El grupo ecologista marcó 25 ejemplares con emisores de telemetría, que han lanzado sus señales a los receptores instalados en las golas del Mar Menor. «Más de la mitad salieron de la laguna, dos por Marchamalo y el resto por el Estacio», afirma el director de Anse, Pedro García.

Al margen de la iniciativa ecologista, casi nada se sabe sobre el comportamiento de la especie o la población del Mar Menor. «No sabemos si la población está estabilizada, ya que un aumento de capturas no supone un incremento de la especie, sino que se mueven de zonas más profundas a las perimetrales desde el pasado año con el proceso de anoxia», señala García. Dado el descenso de su presencia en ríos y mares de todo el mundo, el portavoz ecologista cree que «la veda no va a ser suficiente» y reclama «un plan de gestión pesquera del Mar Menor basado en datos rigurosos, que nos faltan, y mientras que no exista, cumplir a rajatabla las recomendaciones de la UE, que obliga a garantizar el escape del 40% de la población, aunque no se hace seguimiento».

Fuente: laverdad.es