Los Flamencos, La Perla, Nueva Ribera, Novo Carthago… bonitos nombres para completar el cinturón de cemento alrededor del Mar Menor.
Pacto por el Mar Menor muestra su indignación ante el inicio o continuación de edificaciones en las inmediaciones de la laguna y espacios protegidos como en el caso del Los Flamencos, edificio monstruoso de 10 plantas, junto a las salinas de Marchamalo; o el proyecto de construcción del hotel La Perla, en primera línea de playa, junto a la desembocadura de la rambla del Beal en Los Urrutias, con la finalidad de revalorizar los solares de su entorno para la edificación de centenares de viviendas. En suspenso se encuentran Novo Carthago en Lo Poyo y Nueva Ribera en La Hita…
Hace unos meses oí decir: “Mejor construir en esos espacios que verlos llenos de basura y ratas”. Solo en una región donde no se valora el patrimonio natural, donde no se aprende de los errores del pasado y donde muy pocas personas piensan en las consecuencias de la masificación urbanística, podría pronunciarse esa frase.
¿Se necesitan más viviendas para ser ocupadas durante dos meses? ¿Alguien se ha molestado en contar los carteles que anuncian la venta de apartamentos y chalets en La Manga, Los Urrutias, Lo Pagán…? ¿Creen que los pisos de esas nuevas urbanizaciones se venderán, o se quedarán en poder de bancos que deberán ser rescatados como tantas cosas en Murcia (aeropuerto, desalinizadoras, autopistas, etc.) con dinero de los contribuyentes?
En 1983 la entonces Consejería de Cultura y Educación publicó un cuaderno sobre Contaminación y degradación del Mar Menor (1). Su autor Francisco Victoria Jumilla trataba los siguientes temas: Insuficiente y deficiente depuración de aguas residuales urbanas, aportes de hidrocarburos al medio acuático, vertidos de residuos mineros, residuos químicos procedentes de la actividad agrícola y las modificaciones originadas por el desarrollo turístico. Respecto a este último punto Victoria mencionaba la urbanización que se hizo no solo en La Manga sino a lo largo del Mar Menor con el consiguiente aterramiento de espacios vitales del ecosistema en zonas de puesta y alevinaje (el Vivero), pérdida de las zonas dunares y arenales de La Manga, destrucción de paisaje, desaparición de las salinas a causa de la construcción de la Urbanización Veneciola.
Hoy, 35 años después de esta publicación, y aunque se haya mejorado mucho la depuración de las aguas residuales urbanas, todos los problemas mencionados en ese cuaderno siguen de absoluta vigencia. Ahí están todavía los vecinos del Llano del Beal clamando para que se solucione de una vez por todos el problema de los residuos mineros con altísimo contenido en metales pesados que a su paso por esta diputación con destino al Mar Menor dejan un rastro de eflorescencias cargadas de contaminantes peligrosos para la salud de sus habitantes. La destrucción del paisaje es más que evidente: tierras arrasadas por una agricultura que amenaza la transparencia y calidad de las aguas de la laguna por el uso de abonos, insecticidas y plaguicidas, con surcos inapropiados, con setos inexistentes y plásticos enredados y machacados en la pobre tierra.
La urbanización a lo largo de las riberas del Mar Menor ha producido una destrucción sin igual en las orillas en las que se asienta, exige agua en zonas semidesérticas, erosiona las playas que han de ser rellenadas con arenas que a su vez son extraídas de otros ecosistemas, destruye fondos para construir paseos marítimos, produce aglomeraciones de gente que demanda puertos deportivos…
Cuando hayamos terminado de edificar en los pocos espacios libres que todavía hay en el entorno del Mar Menor, ¿qué nos quedará?
Fuente: Pacto por el Mar Menor