Silencio y pena en La Manga del Mar Menor, Murcia

Los peces muertos siguen aflorando en las playas de la albufera por octavo día consecutivo; esta vez, en la zona norte de La Manga. Cerca de la playa de Cavanna, en La Manga del Mar Menor, la pequeña Martina custodia un cubo donde ha ido metiendo algunos de los peces que se acercan a la orilla en busca del oxígeno que les falta. Tras ocho días consecutivos de aparición de ejemplares sin vida, hasta los juegos de los niños han cambiado. «Cree que así los va a salvar –dice su padre, José Manzano–. Luego los devolveremos al agua». José trata estos días de mostrarle a su hija las consecuencias de no respetar el medio ambiente. «Queremos que conozca el desastre que hay, a ver ella si lo hace mejor que nosotros», asegura.

La mañana comienza en La Manga con la aparición de miles de peces muertos en la zona norte, donde todavía no se había documentado la muerte de ningún ejemplar. El director de la Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse), Pedro García, se desplaza a primera hora para registrar lo sucedido cerca del canal de La Veneziola, en el término municipal de San Javier. «Seguramente cuando vire el viento la mortalidad se va a incrementar aun más aquí», cuenta.

La asociación lleva identificadas ya 16 especies entre la fauna que ha perecido estos días en la laguna. «Sabemos que han aparecido lubinas, magre, salmonete; hemos visto sargos moribundos, y los pescadores nos han dicho que también han encontrado mújoles», afirma.

Cangrejos en el sur

A primera hora también se acumulan cadáveres en otras zonas del sur, como Cavanna o la playa de La Gola, aparentemente en menor cantidad que en días anteriores, aunque las brigadas de limpieza no han cesado de cargar cubos desde primera hora. Y aun así, sigue siendo fácil encontrar algunos peces a merced de las olas y pequeños crustáceos sin vida en la arena. «Han pasado ya cuatro veces a limpiar y cada vez que pasan vuelven a sacar otro montón. Está todo lleno», señala Mari Carmen García, una vecina que lleva cuarenta años veraneando en La Manga y que todavía no puede creer que este sea el mismo Mar Menor que la llevó a comprarse una casa. «Yo me bañé el pasado miércoles y este tono marrón, este óxido, no estaba la semana pasada, para nada», subraya.

«Es para llorar», afirma su marido, Bienvenido García. «Los socorristas acaban de poner la bandera roja ‘motu proprio’ –denuncia–. Les han dicho que pongan la verde, pero me han contado que la han puesto roja ellos porque ven el color que tiene el agua». «Cerca de aquí no dejan de sacar cangrejos muertos, y bien grandes –asevera Bienvenido–. Vengo de ver cómo llenaban un cesto hasta arriba. ¡Y acababan de limpiar!».

Agosto desconocido

Algunos vecinos y turistas deambulan por la arena en un ambiente silencioso y triste que solo interrumpe el ruido del vuelo de un helicóptero que recorre la costa en busca de nuevas acumulaciones de materia orgánica.

Nada tiene que ver la imagen del Mar Menor con la habitual en agosto. La bandera roja ondea en las playas entre Mar de Cristal y la Cala del Pino, y el agua, vacía de bañistas y de vida, acentúa su cada vez más oscuro color ocre. También el olor se ha intensificado en algunas zonas.

Un matrimonio de Salamanca que ha venido para pasar unos días con su hija observa apesadumbrado el agua. «Es una pena. No terminamos de entenderlo», dice Brigi, la madre. «Nos gustaba más bañarnos en el Mar Menor que en el Mediterráneo, pero vamos a tener que volvernos sin probarlo», lamenta Julio, su marido.

Anse teme que haya presencia de ácido sulfhídrico en el agua de Mar Menor

La Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse) sospecha que la descomposición de grandes cantidades de materia orgánica en el Mar Menor está originando gases tóxicos que hacen todavía más crítica la situación de la laguna. «Estamos convencidos de que, además de la anoxia, la muerte masiva del fitoplancton está produciendo emisiones de gas sulfhídrico, que es tóxico, y que seguramente sea lo que está matando a los peces», afirma el director de Anse, Pedro García. «Ya tenemos un vídeo submarino de lo que está ocurriendo a cinco metros de profundidad, y está muriendo casi todo: no hay caracolas en el fondo, no hay peces, la pradera de caulerpa está muriendo y ya se van viendo grandes claros de fango», explica García a este diario. «Además, la columna de agua está muy turbia. El agua ya no está verde, está marrón, se ve claramente en algunas zonas. Abajo no llega luz, el agua está muy caliente y hay una gran cantidad de materia orgánica», señala. «Vemos que los animales están emigrando como en 2019. Y no nos fiamos del equipo que asesora a la Comunidad Autónoma –dice en referencia a Ángel Pérez Ruzafa y Javier Gilabert–. Es necesario buscar científicos independientes».

Fuente: laverdad.es