Pocas cosas resultan más seguras hoy día que volar. Está demostrado que hay más riesgo de que te caiga un rayo que de tener un accidente aéreo. Pero esto no impide que un 15% de pasajeros sufran aerofobia, según la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
Sudores, mareos, vértigos, taquicardias, angustia… Las personas que sufren este miedo irracional, recogido como fobia específica de tipo situacional en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV), las pasan más putas que Caín.
«Por un lado, están el cine o los medios, que cada vez que hay un accidente o un incidente aéreo comunican la noticia en forma escandalosa. Es algo que no ocurre cuando sucede un accidente automovilístico», comenta Carola Sixto, periodista y escritora creadora de la web Miedo a los aviones. «Por otro lado, es una situación que no puede compararse con otra: las personas que tienen miedo a viajar en metro, directamente arman sus vidas para elegir otro medio de transporte; pero en el caso del avión, no hay otra alternativa».
La psicóloga Luciana Moretti dice que no hay que tener miedo al miedo, y que este es una respuesta natural que existe para protegernos. «Muchas personas con miedo a volar presentan estrés o ansiedad previos y el problema se instala cuando se ven en una situación sobre la que no pueden ejercer control», explica. «Por eso, lo ideal es minimizar el estrés antes del viaje: descansar el día anterior, prepararse con tranquilidad, acudir al aeropuerto con tiempo y con ropa cómoda, y llevar música, lectura o videos que puedan ayudar a distraerse».
Sin embargo, el miedo que experimentan quienes sufren aerofobia no es unitario, según explica el profesor Jordi Llabrés, lo que complica todo un poco.
«Algunas personas tienen miedo a la altura; otras, a estar en un lugar de donde es imposible salir (mientras dura el vuelo); otras temen no tener el control (si pudieran pilotar el avión tendrían mucho menos miedo); otras temen tener un accidente y otras temen tener un ataque de pánico (tienen miedo a tener miedo). Además, esas fuentes del miedo suelen combinarse, con lo que las opciones son muchas», explica.
Pero si hay algo que une a todos los fóbicos es tratar de evitar la situación temida. «Los que temen volar, sea por el motivo que sea, intentan no volar. Por eso el tratamiento de elección, el que ha demostrado más eficacia empírica, es afrontar el miedo de forma sistemática y controlada: la terapia de exposición», explica Llabrés.
Aunque muchos lo desconocen, este tratamiento consiste básicamente en exponer a las personas con miedo a las situaciones que les generan ese temor, comenzando con las que les generan menos ansiedad. «Para que se entienda, el tratamiento de una persona con miedo a los perros comenzará con un perrito agradable y no con uno agresivo», matiza el profesor de la UIB.
«En el caso del miedo a volar, resulta complicado exponerse primero a lo que genera menos ansiedad, porque suele ser el aterrizaje. Por eso, diseñamos hace unos veinte años uno de los primeros programas de tratamiento de exposición asistidos por ordenador, en el que podías hacer exposición a las diferentes partes del vuelo (incluyendo los preparativos de los días anteriores, que suelen generar ansiedad en las personas con fobia) y acabar con la parte que suele ser más ansiógena: el despegue», señala.
Parece claro, pues, que nunca se debe evitar la situación temida. Llabrés argumenta que buscar distracciones, como aquello de leer una revista o escuchar música, no está mal, si ello permite a los aviofóbicos volar; aunque esto, al fin y al cabo, no sea más que una forma pasiva de evitar la situación que estos temen.
«Lo que nunca aconsejaría es distraerse buscando un determinado asiento en el avión, y mucho menos con alcohol o tranquilizantes, más que nada porque son formas de perpetuar el miedo. Todo depende de cuánto vuelas y qué necesitas hacer para volar. Es muy diferente volar una vez al año que una vez a la semana, si para hacerlo necesitas beber», apostilla.
La realidad virtual, una alternativa
Hay expertos que aconsejan a las personas con aviofobia probar con la realidad virtual, que en los últimos años ha despuntado como una buena alternativa para añadir al tratamiento de fobias y otros trastornos de ansiedad. Moretti asegura que esta es una técnica rápida y que ayuda a afrontar el problema «de manera eficaz y duradera».
En su consulta se utiliza la realidad virtual de un programa llamado Psious, que Moretti lanza desde el ordenador. «Con gafas de realidad virtual, a las que acoplamos un smartphone, el paciente interacciona con los elementos de la escena virtual, mientras aprende a enfrentar el problema con tranquilidad y seguridad», sostiene sobre esta novedosa terapia.
La psicóloga, desde su ordenador, puede introducir cambios en la escena y, además, acompañar el estado de ansiedad del paciente a través de datos captados por sensores colocados en sus dedos. «En el caso del miedo a volar, por ejemplo, podemos repetir varias veces la escena del despegue, si es el momento que el paciente teme más, o introducir turbulencias y cambiar las condiciones meteorológicas», añade.
Moretti comenta que el cerebro aprendería en la escena virtual, «grabando experiencias nuevas y mejores», ya que esto puede ayudar al paciente a afrontar las sensaciones y pensamientos que se generan durante la inmersión en cada momento: «El paciente ve su progreso, gana seguridad y puede enfrentar situaciones reales con nuevas habilidades». Todo sea por intentar remontar el vuelo.