Esperanza Meseguer profesora en Santiago de la Ribera, educando de corazón

Neurociencia y emociones son la base de la enseñanza que la mejor profesora de Infantil de España aplica en sus clases con un objetivo claro.

Un niño pequeño, cuando coge un objeto y lo testea, se convierte en un ser científico. Un niño, cuando se levanta del pupitre y juega y participa en actividades, tiene no solo un desarrollo cognitivo sino también un desarrollo psicomotriz que dispara su capacidad de seleccionar aprendizajes y le da un sentido al juego. «El niño descubre una finalidad ética en lo que hace y ya consigue aportar algo al mundo». Desde la enseñanza más primaria, desde los primeros pasos en el descubrimiento de uno mismo, en mitad de ese camino se ha colado Esperanza Meseguer Navarro, una mujer con la docencia en su ADN. Nacida en Orihuela (Alicante), la enseñanza ha sido un lenguaje muy familiar para ella. Hija, nieta y sobrina de docentes, su primer paso universitario fue estudiar la carrera de Óptico-Optometrista, pero la vocación le arrastró hasta Magisterio, un título del que se sale imitando modelos educativos ante el vértigo de gestionar una clase, pero ella marcó muy pronto su propio camino. Esa valía profesional le ha servido para ganar el premio Educa Abanca a la mejor docente de España en Educación Infantil este 2021.

Profesora en el colegio Nuestra Señora de Loreto (Santiago de la Ribera, San Javier), Esperanza está en comisión de servicio durante un año para trabajar desde la embajada española en Holanda enseñando la cultura y el modelo educativo de España, un modelo que desean aprender en otros países de Europa «por extraño que nos pueda parecer a veces, y es que somos muy buenos enseñando». Su innovación en el aula nace de la investigación que dio en sus primeros años como docente, descubriendo métodos y proyectos o haciendo cursos u otros estudios. El objetivo era ofrecer una nueva experiencia educativa a sus alumnos: «Busco ofrecer proyectos y metodologías más acordes con la infancia. Yo no cerraba las puertas del aula al llegar a casa porque seguía investigando, ya que esa educación en mi persona iba a impactar en ellos. Las emociones son un espacio importante en mi proyecto, con el foco puesto en el neurodesarrollo y saber cómo potenciar el cerebro». De todo esto, con un paso detrás de otro, nació ‘Creciendo de corazón’, un programa que fomenta el aprendizaje basado en proyectos sacando a relucir los «talentos múltiples» de los alumnos: «Todos los talentos se entrenan por igual buscando su desarrollo y permitiendo que todos encuentren sus fortalezas».

Esperanza cree que la educación de 3 a 5 años se ha centrado mucho en lo cognitivo, desarrollando aspectos como la lectoescritura a pronta edad: «No nos enseñan nada de emociones con esos años y ahora nos hemos dado cuenta de que es una parte fundamental». El reconocimiento de las emociones y saber cómo gestionarlas, «saber qué nos pasa y qué nos notamos», es lo que impulsa ella con sus alumnos. Mientras el sistema educativo intenta salir, si la evolución epidemiológica lo permite, de las restricciones en pandemia, la docente cree que se ha vivido en un entorno donde «todo ha sido prácticamente negativo y nos hemos encontrado con muchos obstáculos». Ahora toca «entrenar el optimismo y el agradecimiento» para preparar una mochila emocional en los niños que les permita enfrentrarse a cualquier inconveniente.

Seguidora de la neurociencia aplicada a la educación, apuesta todo por introducir la tecnología a una edad muy corta y no olvidarse tampoco de la ciencia en las aulas de Infantil. Potencia la autonomía y el desarrollo personal: «Conocer tu plasticidad cerebral, el funcionamiento del cerebro, te permite entender que tu inteligencia crece contigo, que los límites están en tu mente, en tu historio o cultura».

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Fuente: laopiniondemurcia.es