Inevitablemente toca hablar otra vez del Mar Menor. El paradigma de un desarrollo insostenible, basado en la agroindustria y el turismo desbordado, que ha provocado impactos ambientales muy graves y colapsos en la laguna. Dos hechos relevantes han ocurrido estos últimos días.

El primero, es la carta abierta de 15 científicos sobre el Mar Menor crítica frente a los mensajes tranquilizadores sobre la laguna del consejero Luengo, antiguo jefe de operaciones de Repsol YPF en las factorías de Alcudia y Cartagena y Pérez Ruzafa, portavoz in péctore del comité científico. Los investigadores y científicos, hartos de estar hartos, como muchas organizaciones y personas de la sociedad civil; en una carta abierta, han mostrado su desacuerdo con los diagnósticos sobre la evolución del Mar Menor que se transmiten en nombre del Comité de Asesoramiento Científico, al cual algunos de los firmante todavía pertenecen, que carece de operatividad y no se ha reunido en plenario este último año.

Estos investigadores, definen muchas afirmaciones de oportunistas e improvisadas, al hilo de eventos anómalos como espumas y mortalidad de animales. Para ellos, son valoraciones personales, cuyo discurso a menudo cambia según a quién vaya dirigido el mensaje. Señalan que, en este conjunto de declaraciones irresponsables, se ha llegado a transmitir la idea de que el Mar Menor está mejor que nunca y que todo está controlado, cuando no se reconoce que es un ecosistema profundamente degradado y desequilibrado; muy lejos de su recuperación y sometido aún a las múltiples presiones antrópicas que lo llevaron al colapso.

Como describen, el actual color verde del agua no obedece a vertidos puntuales o a un incremento de las temperaturas o los vientos, es fruto de un proceso con exceso de nutrientes de origen tanto externo como interno. Para el grupo de científicos, hay evidencias más que suficientes para asumir que el Mar Menor ha pasado de un estado oligotrófico (pobre en nutrientes) a otro eutrófico (rico en nutrientes) cuya reversión es muy complicada, e imposible a corto plazo.

La repuesta de la Consejería, a estas serias críticas, es que el Mar Menor está totalmente monitorizado. Eso no significa que esté bien el estado de la laguna. Los problemas persisten pese a estas declaraciones de la administración regional. A ello, se suma el proyecto de drenaje del canal de Marchamalo que alterará el frágil equilibrio de la laguna.

El segundo hecho, muy relevante, es que se hacían públicas las medidas de la Declaración de Impacto Ambiental, para el vertido cero al Mar Menor, del ministerio de Transición Ecológica. Se establece un presupuesto de 615 millones de euros en un plazo de diez años, a mi juicio muy dilatado en el tiempo de su aplicación y que, probablemente, se quedará corto.

Se estima en 300.000 toneladas los nitratos acumulados durante las últimas cuatro décadas, cifra que puede variar cuando sepamos cuánta agua con nitratos entra a la laguna desde este acuífero cuaternario. Será necesario extraer cada año doce hectómetros cúbicos para descontaminar las aguas subterráneas. El ministerio tiene como objetivo el cierre de todos los pozos no controlados, sellando todos los que no dispongan de permisos de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS). Esto va a suponer un enfrentamiento directo con los intereses de la agroindustria que durante décadas disfrutaron de un control laxo o de un descontrol sobre los pozos ilegales en el Campo de Cartagena.

Se plantea la apertura de 99 pozos comunitarios de régimen centralizado e interconectados que se situarán cerca de la costa y cuya extracción anual, de al menos doce hectómetros cúbicos de aguas contaminadas de nitratos del acuífero, se enviarán a plantas desalobradoras y desnitrificadoras en El Mojón (San Pedro del Pinatar) y Arco Sur (Cartagena).

Las salmueras sobrantes se arrojaran al Mediterráneo a través de dos emisarios. Se plantean dos interrogantes: ¿dónde se acumularán los nitratos y qué impacto ambiental producirán las salmueras? Además quedan pendientes las actuaciones de la CHS para frenar la contaminación de metales pesados a través de las escorrentías en las ramblas de Carrasquilla, Beal y Ponce.

No obstante, estas medidas significan un punto de inflexión a la hora de abordar la restauración del Mar Menor. Veremos qué se hace, cómo se hace y si se obtienen los resultados que se necesitan para una reversión de la contaminación de la laguna.

Fuente: eldiario.es