Otros tiempos
Dentro del buenismo y lo políticamente correcto que se impone desde hace un tiempo, se está produciendo una revisión de hechos históricos que hasta la fecha se podían considerar épicos y que ahora se estudian desde el prisma social, político y cultural de nuestra época, en especial en la muy civilizada Europa y en todo el primer mundo. Así libros que, hasta la fecha han sido considerados universales, se ven como fomentadores del machismo o incluso del maltrato de género. Personajes históricos que marcaron hitos en la historia, son denostados y sus actuaciones, hasta hoy, consideradas heroicas se ven desde nuestra visión actual como auténticos desmanes y atropellos, incluso genocidios.
Pensé en esto al volver a ver, el otro día, la película de Mel Gibson Apocalypto. Una cinta poco interesante, en la que la mayor parte de la película transcurre con indígenas corriendo y persiguiéndose mutuamente, pero la historia cuenta detalladamente ese espíritu integrador, de pueblos hermanados, viviendo en sociedad pacífica, que vinieron a interrumpir los conquistadores españoles cuando llegaron al nuevo mundo.
El argumento es sencillo, una tribu de guerreros, por el simple hecho de hermanar con sus vecinos, conquista su tribu y se llevan a todos los varones, secuestrados, hacia su ciudad. La única intención que tenían hacia ellos era subirlos a su pirámide y, para apaciguar a sus benignos dioses, arrancarles el corazón y comérselo crudo.
¿Habrá mayor acto de hermandad? Unos entregan su corazón (pero no metafóricamente, no, como suena) para el bienestar de sus vecinos.
Esos dioses tan magnánimos y esas costumbres ancestrales, tan bonitas y respetuosas con la tradición de los pueblos, fue la que los conquistadores suprimieron y que ahora, movimientos sociales de aquellas latitudes reivindican como propias y tildan a los españoles de genocidas y de haberles hecho perder su identidad y sus costumbres.
Así las estatuas y monumentos, dedicados a esos conquistadores son derribadas sin pensar que además de haber fomentado la mezcla de las razas, dando lugar a los criollos, clase dominante de Iberoamérica durante siglos, con representantes del estilo de Simón Bolívar, al que tanto adoran, crearon universidades, mucho antes que se crearan algunas de las mas representativas de Europa; además de inculcarles una religión de paz y de misericordia, donde no se exigían los, tan tradicionales, sacrificios humanos, se le dotó de una herramienta que los podía haber llevado a la unificación de todas aquellas tierras: el idioma común y ver cumplido el sueño de Bolívar de un continente sudamericano unido y poderoso; pero las luchas intestinas y cainitas de los siglos XVIII y XIX frustró, luchas por egoísmo de la que, por una vez los españoles quedaron al margen.
Ahora, todo aquello se juzga y se valora desde nuestra óptica, desde nuestra sociedad, desde nuestro buenismo, sin pesar en que, por entonces, se tenía otra concepción de la sociedad, otra forma de ver las cosas, acorde con el tiempo que les toco vivir.
Pero no sólo es en los hechos de la conquista de América, donde se da este fenómeno, se da en todo, así que si repasamos la literatura nos encontramos con los mismos mojigatos. Caperucita Roja es una apología del maltrato animal, cuando el cazador le abre la barriga al lobo para rescatar a la niña y a su abuelita. La Bella durmiente, no deja de ser un el canto a un abuso sexual, cuando el príncipe la besa estando inconsciente, sin solicitar su consentimiento; el Cantar del Mio Cid, es xenófono, cuando habla de moros, en lugar de hacerlo de ciudadanos residentes en España de origen subsahariano y la inmortal novela de Alejandro Dumas, Los Tres Mosqueteros, es una oda al machismo más recalcitrante cuando D’Artagnan y sus compañeros salen en defensa y protección de damas en apuros, como si ellas, por si solas, no bastasen para defenderse. Ellos, valientes y arrogantes, a parte de encontrar su sustento en mujeres de la alta sociedad que los financiaban, salen en defensa de ellas en duelos y pendencias. ¿Se puede ser más machista? ¿Se puede considerar a las mujeres de peor forma?
Han pasado siglos desde que todo esto pasó o desde que aquellos autores, de otros tiempos, crearon sus obras. La sociedad ha evolucionado, los lazos sociales se han estrechado y se han conquistado derechos sociales antes impensables. Se ha integrado a la mujer en todos los aspectos de la vida social, como no podía ser de otra forma; el trabajo infantil está prohibido en el primer mundo, sin que se den situaciones como las descritas por Dickens en sus obras; pero juzgar a aquellos hombres y mujeres, a los que le tocó vivir otro mundo, otra sociedad, bajo el prisma de nuestra actual conciencia no deja de ser un ejercicio de mojigatería y estupidez.
Antonio F. Samper
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