¿Bancos o piratas?
Si mi calendario no me engaña, estamos en agosto. Algo que es evidente por el insoportable calor, la afluencia de turistas y porque el mes pasado fue julio. Pues creo que ante la evidencia, todavía hay quien no se da cuenta o no quiere darse por aludido, tal y como ocurre con el cambio climático o que La Tierra sea redonda.
El otro día tuve que ir a mi banco, por más señas, el Banco Sabadell y ¡O sorpresa! Estaba cerrado. Lo primero que hice fue consultar el reloj, por si había llegado tarde, pero el reloj indicaba las diez de la mañana. Me vi obligado a confirmar la hora con el teléfono móvil y la pantalla me lo repitió, las diez de la mañana.
¿Qué estaba pasando? ¿Era festivo local? Pues no lo era. Aturdido y sin saber que ocurría, otro usuario de los servicios bancarios, me lo aclaró. “Han cerrado por vacaciones”
Me costó mucho salir del estupor. ¡Por vacaciones en pleno mes de agosto y en un pueblo costero! Pues sí, y el amable informador de ofreció otra información: En el invierno sólo abrirán dos días a la semana.
Santiago de La Ribera, no es una gran ciudad, pero en verano, en agosto tiene una población flotante bastante numerosa y en la temporada baja de turismo su población permanente no es despreciable y nos van a dejar sin bancos, porque si uno ha empezado, no faltaran los bancos que lo sigan.
Entonces recordé lo que ocurre en el vecino Lo Pagán, donde el banco Sabadell ha cerrado su oficina y los clientes se ven obligados a operar a través de un cajero automático que además es una subcontrata de una empresa externa a la entidad. Si alguien necesita una gestión presencial, debe desplazarse a San Pedro del Pinatar. Algo comodísimo, sobre todo para ancianos y personas de movilidad reducida, para pensionistas con pensiones mínimas que se ven obligados a tomar un taxi, para ir a la oficina más cercana, retrayendo así una cantidad necesaria para subsistir dados sus exiguos ingresos. Pues pronto Santiago de La Ribera se verá igual y las gestiones presénciales las tendremos que realizar en la sucursal de San Javier, desplázate en tu coche, o trasporte público, incluido taxis y haz cola en una sucursal que atiende a dos núcleos de población.
¡Demencial!
Estamos bajo el imperio de los grandes bancos, esas empresas a la que tú le dejas tu dinero para que ellos se hagan grandes.
No contentos con cobrar comisiones salvajes por cualquier servicio que ofrecen, donde te cobran por gestionar tu propio dinero a cambio de un interés ridículo, ahora vamos a la rentabilidad total: cobrar los servicios que no se prestan.
Entidades que arrojan unos beneficios semestrales en cifras con nueve ceros, los cual no deja de ser un insulto para un país que se desmorona económicamente, con una inflación salvaje, en el que las personas en riesgo de exclusión aumenta cada día y cada vez son más los que se acercan al umbral de la pobreza, de un país que hace pocos años entregó la friolera de más de cuarenta mil millones de euros a estas empresas para su rescate y del que no han devuelto ni un céntimo.
Entidades que en su avaricia aún quieren más y han optado por las reducciones de plantillas, y por tanto de servicios, dejando a parte de sus trabajadores en el paro, contribuyendo así un poquito más a la exclusión y pobreza del país.
Esto no ha sido ocurrencia de un día para otro, llevan ya mucho tiempo preparando el terreno, obligando a todos los usuarios a operar a través de cajeros automáticos y reduciendo cada vez más los horarios de atención al público en sus oficinas, hasta desencadenar la solución de final:tr5 Cerrar las sucursales, reducir las plantillas a mínimos, trasformar todo ese ahorro en beneficios.
Cuando todos pensábamos que las nuevas tecnologías, que la era de las comunicaciones en las que nos encontramos iba a suponer una mayor comodidad, se va a volver en nuestra contra y operar de forma digital no va a ser una opción, sino una obligación, lo que eso supone de desamparo en determinadas situaciones y en especial para nuestros ancianos, que mes a mes, cuando tengan que cobrar sus pensiones, se verán obligados a afrontar una aventura casi desconocida para ellos.
Este es el nuevo estado de bienestar que nos imponen.
Pues qué bien.
Antonio F. Samper
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