Indolencia consentida

La semana pasada hablé del fenómeno que va a impedir el desarrollo lógico de nuestra sociedad, la evolución hacia un mayor conocimiento y preparación de nuestros jóvenes, precisamente en la época donde más información llega día a día a sus manos, donde gracias a las redes sociales y a Internet la cultura está más cerca, más asequible, más fácil de llegar a ella.

Hace años, chicos que vivíamos alejados de las grandes ciudades, teníamos que esperar a aprender en el colegio o a poder realizar un viaje y visitar museos, actualmente con un golpe de clic, puede estar en el interior de la Capilla Sixtina, o en el museo del Prado o visitar el Louvre, sin esperar un viaje que, tal vez, nunca haríamos a Roma, a Madrid o a París, o leer las hazañas de nuestros descubridores o de los grandes almirantes que abrieron las fronteras españolas hacía un imperio como no ha conocido el mundo. Sin embargo, esa cultura es despreciada en una actitud jaleada por todos.

Pero existe otra actitud que, a mi juicio, puede ocasionar un deterioro tan grande o aún mayor a nuestra evolución como sociedad. Asistimos a una, cada vez mayor, desvirtuación del esfuerzo, debido fundamentalmente a la superprotección de los hijos que tanto impera y tan frecuente es.

Esta actitud no es nueva, allá por los años ochenta del siglo pasado se impuso la cultura del pelotazo, de la mano de Mario Conde y otros personajes de su estilo, pero era la iniciativa de hacerse rico sin esfuerzo, de soltar un pelotazo económico que te permitiese vivir del cuento el resto de tu vida, pero lo hacían ellos mismo y así les fue, muchos terminaron en la cárcel. Hoy la indolencia llega a, ni tan siquiera, intentar ese pelotazo.

El otro día llegó a mí un video, en el que una señorita joven, lloraba amargamente y reclamaba una ayuda desesperada, pedía por solidaridad a quienes la escucharan, casi por caridad, que alguien la mantuviera, porque no le gustaba trabajar y estaba desesperada. No sé si han visto el video en cuestión, pero si tiene oportunidad véanlo hasta el final, no tiene desperdicio.

Esa rogativa de la pobre chica, lamentablemente no es un hecho aislado, es la consecuencia de las actitudes superprotectoras de los padres, dedicados sobre todo a que los hijos no sufran desengaños más que a darles una educación apropiada. No es el primer caso que un niño o joven suspende varas asignaturas.

Los padres indignados acuden al director del centro. Si este se pone del lado del profesor, con una frase fuera de tono:”Si en profesor lo ha suspendido, deberá estudiar un poco más” ¡Qué desfachatez! Esos padres, agobiados, pensando en la salud mental de la pobre criatura, acuden, si es necesario, al Consejero de educación de la comunidad autónoma, hasta que consiguen que el jovencito, por decreto, sea aprobado en todas las asignaturas, restando toda la autoridad al profesor, al director y a todo aquel que haya dicho que para aprobar, hay que estudiar. ¡Vamos hombre, eso dónde se ha visto! ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Qué el muchacho tenga que trabajar?

Pero no es solo la actitud ante el esfuerzo escolar, esa ley del nulo esfuerzo, ese no permitir que los chicos se lleven un desengaño por suspender, esa poder aprobar sin estudiar, que se ve fomentado desde el mismo gobierno y su nueva Ley de Educación, es también el ocultar a los chicos la realidad en la que viven, dándole todos los caprichos, todo aquello que sale de sus boquitas, aunque los sufridos padres no lleguen a fin de mes, no vaya a ser que el chico se trastorne por pensar que sus padres no son ricos. Así, teléfonos móviles y tablets de última generación, ropa de las marcas más caras, porque el niño debe compararse con sus amigos, otra cosa sería frustrarlos.

Otra cosa sería hacerles ver la realidad en la que viven: una familia que los quiere, que como los quiere educar y le muestra la realidad en la que vive, que no es más que una familia que no es rica, que no dispone de fondos ilimitados y que el dinero que entra a casa debe ser para toda la familia. En lugar de enseñarlos a disponer de dispositivos electrónicos y digitales, que siendo necesarios para su actual desarrollo, sean suficientes para ellos, sin necesidad de ser el carísimo último modelo, que antes de sacarlo de la tienda va a ser sustituido por otros que el niño también querrá.

Así me educaron mis padres: “ese juguete no lo puedes tener porque es muy caro y papá no tiene dinero para comprarlo. ¿Creen que eso me supuso un trauma? Al contrario, me hacía ver la realidad y a apreciar en su valor el juguete que si me compraban y después a valorar lo que yo podía comprarme por mí mismo.

Esa actitud que fomenta la indolencia, el desapego, la separación de la auténtica realidad conduce a consecuencias como la de la chica del video, incapaz de mantenerse por ella sola, solicita ayuda para que la mantengan, en una rogativa desesperada, no porque no pueda trabajar, sino, sencillamente, porque no le gusta hacerlo.

Hay que dar gracias a que la pandemia del Covid 19 nos ha afectado en 2020, si nos llega a afectar en 2030, entre tiktokers, influencers y demás fauna de Internet, sin nadie que haya hecho el esfuerzo de estudiar y aprobar medicina, enfermería, bioquímica y otras especialidades, no nos escapamos ni uno.

Antonio F. Samper

EL NUEVO LIBRO DE ANTONIO F. SAMPER, MIEDO A LA LUZ:  INFORMACIÓN AQUI

Enlaces a organizaciones solidarias que necesitan nuestra ayuda para proteger al Mar Menor la laguna salada de Murcia: