Pepe “El Chosco” sin mas apellidos

Durante una etapa de mi vida, me vi obligado a viajar por trabajo, en varios de aquellos viajes, en un puerto del Mediterráneo, coincidí con Pepe, al que apodaban “el Chosco” y del que nunca supe sus apellidos. Era muy mayor, pero lejos de ser un venerable anciano era bronco, rudo, mal vestido y peor afeitado. Vivía en una residencia de ancianos y pasaba los días mirando al mar dese el puerto.

Le caí en gracia y tuvimos varias conversaciones, regadas por botellas de absenta, por supuesto a mi costa; y a pesar de todo me fue contando detalles de su vida apasionante.

Me contó cómo con dieciséis años fue enviado al frente de combate en plena guerra civil, en aquellas reclutas que hicieron entre adolescentes al final de la contienda y que se conoció por “La quinta del biberón”.

De aquella historia no quería hablar mucho. Como todos los que estuvieron allí prefirieron olvidar, perdonar y seguir con sus vidas. Por suerte para mi amigo la muerte le ha impedido ver cómo nuestro próceres, allá en el Parlamento renuevan esas rencillas en la actualidad. Pero si me contó sus vicisitudes a bordo de un pesquero de altura, con el que recorrió varios mares.

Me contó como en un puticlub de Nador, tras una monumental pelea entre los marineros, aliados con unos legionarios de permiso voltearon sillas, botellas y moros que los querían acuchillar. Me contó cómo, tras una buena campaña de pesca, le pudo comprar el anillo de pedida a su novia de toda la vida. Me contó cómo se casó, cómo nacieron sus hijos y se gran debilidad: sus nietos.

Me contó como tras la muerte de su mujer, y que sus cinco hijos decidieran que no podía estar sólo y que ellos no tenían sitio para él y recluirlo en una residencia. Su estoicismo le llevó a afrontar la situación sin traumas y así pasaba los días en el puerto mirando al mar, como tantas veces había hecho, creándole innumerables arrugas en torno a sus párpados entornados.

Sólo esperaba los domingos, cuando creían que alguno de sus hijos y de sus nietos acudirían a visitarlo, pero las visitas eran cada vez menos frecuente, porque sus nietos cada vez querían verlo menos; era viejo, olía mal y les llenaba la cabeza de historias de un pasado para ellos remoto. No se daban cuenta que aquellas historias eran vivencias, las vivencias que “El Chosco” había vivido para que primero sus padres y ahora ellos disfrutara en de una vida mejor, más placida y cómoda que salir al mar durante meses, con temporales que hacían zozobrar en barco y que los tripulantes, entre trabajo duro y condiciones pésimas, rezaban a un Dios que no sabían si estaba allí.

Ahora sé que todos añoran a Pepe y que les pesas no haber compartido más con él en los últimos años de su vida.

Hoy sus nietos, gracias a los esfuerzos de Pepe, por darle educación y futuro a sus hijos, son auténticos maestros en navegar por Internet y en afrontar aventuras a los mandos de la Nintendo, pero quien de verdad fue un autentico navegante y un aventurero fue su abuelo, Pepe “El Chosco” del que nunca supe sus apellidos.

Lucho, trabajó, sufrió y lloró para sacar sus hijos adelante y con ellos a sus nietos, pero eso, en estas fechas, quiero a través de mis recuerdos, dar un sentido homenaje a los padres, que mayoritariamente, en silencio y estoicamente luchan por sacar adelante a sus familias, como hizo “El Chosco”, sin más apellidos.

Antonio F. Samper

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