El Mar Menor y la falta de respeto

Este verano, que ya empieza a tocar a su fin, se ha hablado mucho de la fiesta que se celebró en las costas de la isla del Ciervo en pleno Mar Menor. Al parecer una concentración de embarcaciones, que acudieron convocadas, según he leído en algún medio, por un concejal del Ayuntamiento de Cartagena, y digo al parecer porque no he podido confirmar el dato. Allí escucharon música, bebieron y se divirtieron esos privilegiados que se pueden permitir el lujo de mantener un barco, aunque sea pequeño. Barcos de recreo con los que disfrutan en el mar todo el verano y que luego, diez u once meses cada año, atracan en su punto de amarre de uno de los puertos del Mar Menor y allí lo dejan, pagando los gastos, hasta el siguiente verano.

Esta afición a la navegación náutica es un elemento contaminante para el débil equilibrio del ecosistema de nuestra querida laguna; tanto las motos acuáticas como los barcos: motores de gasolina o de gasoil que van dejando vertidos en las aguas bastante deterioradas, ya de por sí y por otras causas. Si sumamos una concentración de este tipo de embarcaciones en un solo punto del mar, por mucho que los avezados patrones de las mismas y los expertos tripulantes hicieran lo posible por evitarlo, lógicamente, no lo pudieron evitar.

Sobre esta fiesta he leído y he escuchado en la radio, de todo. Que si era un botellón ilegal, que si era una fiesta salvaje, que menospreciando todas las leyes autonómicas y en especial de Protección del Mar Menor, se hizo entre personas adineradas para divertirse y nada más. Hasta esta misma mañana que me ha caído en las manos un artículo, publicado en el diario La Opinión de Murcia, en la que el autor resta importancia a la reunión náutico-festiva, alegando que fue gente respetuosa con el medio ambiente, que muchas embarcaciones se abarloaron unas con otras para evitar deteriorar el fondo marino con sus anclas, fondeando una solamente y las demás unidas a sus bordas y amarradas entre ellas.

Como criterio para estas afirmaciones, dice haber ido directamente a las fuentes, a los asistentes al evento. Pero reconoce que esos asistentes eran amigos suyos.

Como todos sabéis, yo también he dedicado alguna columna semanal como está a algunos de mis amigos y por eso, me siento cualificado para aclarar que cuando se habla de tus propios amigos, se hace con un cariño especial, con lo que el argumento no lo encuentro válido.

Lo que sí reconoce el articulista, y eso le honra, es que era una concentración festiva ilegal, porque superaba el aforo que marca la ley y que pudo generar, por el ruido, un episodio de contaminación acústica, nociva para la fauna del entorno. Pero realmente pasa de largo sobre la cuestión y se centra más en una especie de comportamiento ejemplar de los asistentes, como digo, amigos y vecinos del articulista.

Sea como sea el asunto, lo esencial es que fue un acto ilegal, un acto que no estaba permitido, que todas esas embarcaciones llegando con sus motores arrancados a un solo punto en el mar debió generar grandes concentraciones de residuos de combustible y que a pesar del ejemplar comportamiento de todos los asistentes, menos los que hacían el ganso, acelerando sus motos de agua para presumir, algún resto de basura caería al mar. Algo inevitable en este tipo de eventos. Tal vez no fue un botellón como conocemos y los restos de basura no fueron esas guarradas de bolsas de plástico, botellas vacías, cientos de condones usados, vómitos y meadas por todo sitios que dejan los jóvenes cuando se reúnen a beber y a escuchar su música estridente, tal vez catalogarlo de botellón es excesivo, pero que fue ilegal, eso es indudable.

Que el problema del Mar Menor no viene exclusivamente por los barcos que navegan sus aguas, con sus vertidos de combustible y la basura que pueden arrojar a sus aguas, es cierto; que los episodios de anoxia no son provocados en exclusiva por ellos, que interviene, en mayor medida, otros factores; pero todo suma. Todo contribuye a su deterioro.

Si todos, y cuando digo todos, me refiero a todos, autoridades, agricultores, pescadores y particulares, sea cual sea la relación y el uso que cada uno hace de la laguna, desde bañistas a personas que se divierten con sus barcos, no contribuimos a mantener el ecosistema, esto se va a degradar irremediablemente.

Así solo me queda recordar que la tierra firme, en torno a la laguna, es más grande que el mismo Mar Menor y que hay más sitios para realizar estas concentraciones pseudo exclusivas y pseudo pijas, y que si tan inocua era la fiesta, si no hicieron demasiado ruido y fueron respetuosos con el entorno, que la hubieran hecho en la plaza del pueblo.

Antonio F. Samper

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Enlaces a organizaciones solidarias que necesitan nuestra ayuda para proteger al Mar Menor la laguna salada de Murcia: