Relevo generacional

Nunca he vivido un acontecimiento deportivo con el corazón partido en dos, sabiendo que de ninguna manera pueden ganar ambos contendientes; sabiendo que uno de ellos será encumbrado y el otro bajará a los infiernos aunque no lo merezca.

Pues eso me pasó con el partido de tenis de cuartos de final del Open de Madrid, entre nuestros dos compatriotas Rafa Nadal y Carlos Alcaraz, partido que estuvo lleno de simbolismos, Nadal con treinta y cinco años, y al final de su escandalosamente fructífera carrera, el más grande del tenis español desde que España se llama así, un deportista considerado el mejor español de todos los tiempos, un ídolo para jóvenes, niños y no tan niños, como yo mismo y generaciones anteriores a la mía. Posiblemente irrepetible.

Carlos Alcaraz, un jovenzuelo de diecinueve años recién cumplidos, iniciando su andadura por el mundo del deporte profesional, pero que ha iniciado con una fuerza y unos éxitos inusitados para alguien tan joven, que tomó siempre como referente precisamente a Rafa Nadal, al quien veía jugar con admiración cuando apenas era un niño – mas niño que ahora –.Lo que podíamos llamar un partido donde podía instrumentarse un relevo generacional.

El partido transcurrió como era de esperar, entre golpes magistrales de uno y de otro, la experiencia de años frente al descaro de la juventud, vibrante, técnico, vistoso y emocionante, con altibajos de cada tenista en momentos del enfrentamiento, pero sobre todo con respeto entre ambos deportistas.

Al final se impuso Carlos Alcaraz, la desbordante juventud a la más que contrastada experiencia, ni un esquince de tobillo, sufrido durante el encuentro, en un resbalón, hizo que su desparpajo, su fuerza física y sus ganas cedieran ante los golpes que Nadal le lanzaba. Ganó el partido y ganó el reconocimiento de todos los que hasta ahora lo consideraban sólo un buen tenista pero demasiado joven – de los otros ya lo tenía ganado –.Demostró ser un candidato idóneo a la sucesión del hombre que había clavado la rodilla en tierra frente a él siguiendo las recomendaciones de su abuelo: con cabeza, corazón y cojones.

La figura de Carlos Alcaraz es ilusionante para el deporte español: cuando se fue Miguel Indurain, nos quedamos huérfanos de una gran figura del ciclismo a su altura, cuando se retiró Andrés Iniesta, el futbol quedó sin la magia del último gran brujo del balompié. Siempre nos conformábamos en el recuerdo de sus gestas y el esperar que volviese a aparecer algún deportista que diera síntomas de las capacidades de los ausentes.

Ahora, al parecer el relevo está garantizado, tal vez Alcaraz no alcance a igualar los éxitos de Rafael Nadal, eso son palabras mayores, tal vez en su evolución no sea un deportista tan humilde y sencillo como lo es Nadal, pero eso no quita que despierte la ilusión de cuantos seguimos sus partidos y su carrera y de cuantos, sin duda lo seguirán.

De Rafael Nadal no puedo decir más de lo que he dicho, el mejor deportista, junto a Pau Gasol, de cuantos ha dado nuestro país, nos ha dado muchas alegrías, muchas tardes de gloria, ha paseado el nombre de España por todo el mundo y ha hecho sonar el himno español en todos los escenarios.

Sin duda, tras el partido visitó el infierno, pero su fuerza de voluntad lo hará salir volverá a darnos alegrías y momentos inolvidables, porque castigado por las lesiones y por haber alcanzado una edad que anuncia el final de su carrera, demuestra que el término “pundonor” fue acuñado para él.

Ha sido y sigue siendo el mejor.

Antonio F. Samper

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