¿Ahorro en San Javier?

El otro día, leí en este mismo periódico, cuando publicaron sobre los acuerdos alcanzados en el Pleno del Ayuntamiento de San Javier, cosas interesantes, algunas buenas; pero la que más interés me despertó, es que al parecer el Pleno municipal ha aprobado las cuentas de 2021 del consistorio.

Se puede leer con júbilo que la gestión municipal ha conseguido ahorrar más de tres millones de euros sobre los presupuestos previstos, con un remanente en tesorería de mas de 16 millones de euros. Oe, oe, oe.

Noticia jubilosa ¡Vive Dios!

¿O no?

Solo recordar que los ingresos de la Administración provienen sobre todo por vía de impuestos y cuando yo estudiaba, hace ya bastante tiempo y no descarto haberlo olvidado, pero creí entender que los ciudadanos pagábamos nuestros impuestos para el mantenimiento social, que, de lo que pagábamos, recibíamos compensación a través de servicios. La sanidad, la seguridad, la educación, las pensiones de invalidez y de jubilación, la defensa del Estado, todo se financiaba por nuestros impuestos y por ellos el Estado nos daba esos servicios necesarios.

Trasladando esto a la administración local, los ayuntamientos deberían dar esa compensación en servicios a cambio de los tributos que directamente le pagamos, o de los fondos nacionales y europeos que perciben para la mejora de esos servicios.

Dicho esto, ¿Es lícito ahorrar dinero de esos fondos recibidos?

Por supuesto que sí.

Sí, cuando los servicios municipales, se presten con regularidad, al ciento por ciento y estén garantizados.

San Javier es un municipio que en gran medida depende del turismo a través de La Manga y de Santiago de La Ribera, zonas de eminente repercusión turística, que de alguna forma viven de su imagen.

Les invito a dar un paseo por estas zonas turísticas, bien andando o bien en coche o moto y que puedan comprobar el motivo de tanto ahorro: calles con un asfalto precario, en muchas vías cuarteado y a punto de saltar, llenas de baches y parches en el asfalto, que solo contribuyen a más baches, aparte de ser una solución provisional, muy provisional, que se levantan en poco tiempo y al paso de pocos coches; alumbrado público inexistente en muchas zonas y donde si hay suele ser deficiente.

Pero si profundizamos más en las necesidades de los pueblos, nos damos cuenta de que este municipio no ha salido todavía de la profunda crisis que provocó la pandemia que nos ha asolado estos años. Tenemos negocios cerrados, otros que a malas penas sobreviven, muchos vecinos aún en la triste situación de sobrevivir con lo poco que supone estar en situación de ERTE. Por suerte, también contamos con muchos de nuestros mayores, que en muchos casos, sobreviven con sus exiguas pensiones de jubilación y viudedad y muchos ciudadanos en riesgo de exclusión social.

En estas circunstancias, ¿Es lícito que la administración municipal ahorre de los impuestos que pagamos o de los fondos nacionales y europeos que nos corresponden a todos? Definitivamente no. No es lícito, es obsceno.

Hay aspectos en los que esos fondos ahorrados podían ayudar en la medida de lo posible a vecinos desfavorecidos, creando una partida de fondos sociales, podía dejar nuestras calles en condiciones para el tráfico rodado, para que ofrezcan la imagen de unas zonas cuidadas y elegantes y no de pueblos decrépitos y abandonados de mejorar los servicios de las playas, de fomentar la cultura y el turismo de invierno y un largo etcétera que haría de esta columna un catálogo de deficiencias.

Solo puedo pensar que el próximo año, año de elecciones, estas circunstancias variarán. El afán de buscar los votos para sus formaciones políticas nos llevarán a una mejora sustancial y que esos fondos ahorrados tendrán el destino que merecen en aras a unos buenos resultados en las urnas. Parece ser un lema instaurado en nuestra política desde hace unos años: empobrecer a la población para después subvencionarla y ganarse sus votos.

Cierta vez oí decir, no sé si a mi mismo, o copie la frase de otro más inteligente que yo, que si las elecciones municipales fuesen cada dos años, tendríamos los pueblos mejores dotados, con mejores servicios, más bonitos y agradables de vivir del mundo.

Lamentablemente, esa frase que un día escuché, si no es mía, hoy la hago y por eso hoy puedo decir que no es de recibo leer noticias como esta. Insulta la inteligencia de cualquier vecino y que no deberíamos quedar satisfechos porque las mejoras en infraestructuras y servicios vengan cada cuatro años, mientras que el resto del tiempo los pueblos languidecen y se deterioran.

Señores concejales, están puestos en sus cargos para servir y es su obligación, en la medida de lo posible, mejorar los servicios y darle bienestar y comodidad a aquellos que con nuestros votos los ponemos ahí, y no de ahorrar dinero.

Sé que con este tipo de artículos, no voy a ganar amigos, pero créanme, a mi edad, ya me da igual.

Antonio F. Samper

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